Civilidad al expresar nuestras diferencias

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Bread for the World members lobby Congress to make ending hunger a top priority for government. Photo: Joe Molieri / Bread for the World

Por Rev. Dr. Jean Hawxhurst

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;” Gálatas 5:22, 23 (RVA60)

Hace varios años mientras asistía a un evento del Concilio Mundial de Iglesias conocí a una maravillosa mujer Cristiana Ortodoxa y dedicamos cierto tiempo a compartir sobre nuestra fe. La conversación nos llevó al tema de la ordenación y la marcada diferencia respecto a si las mujeres pueden ser parte o no del cuerpo ministerial en la iglesia. Ella fue tan elocuente y claramente piadosa que le pregunté por qué nunca había procurado la ordenación. Su respuesta fue apacible, pero firme. Ella me explicó que, si yo iba a formar parte del ministerio ecuménico, necesitaba entender que a veces mis suposiciones pueden estar equivocadas. Ella creía que las mujeres no deben ser ordenadas y yo necesitaba entender y respetar eso.

Ese día aprendí una lección importante sobre civilidad ecuménica. Yo creo firmemente que las mujeres que son llamadas por Dios deberían poder formar parte de la vocación ministerial. Y estoy segura que mi amiga piensa que no. Sin embargo, lo que ocurrió entre nosotras trasciende esas opiniones. Si somos cristianos, nuestro llamado es a ser la demostración viva de los frutos del Espíritu. Somos llamados a ser diferentes en la forma que interactuamos con otras personas. Lo podemos llamar bondad, la generosidad del Espíritu o civilidad, es la misma cosa. Es la admisión de que hoy todos vemos a través de un lente opaco y no entenderemos los misterios de nuestras diferencias hasta que nos haya sido dado el don de mirar a través del lente de Dios. Mientras tanto, la fe nos llama a tratar a la gente con la que no estamos de acuerdo con paciencia, bondad, generosidad y templanza, así como mi amiga lo hizo conmigo.

Juan Wesley, el fundador del Movimiento Metodista lo dijo de esta manera: “Todo hombre sabio [sic]… le concederá a otros la misma libertad de pensamiento que él desea que se le conceda a él; y no insistirá en que ellos acepten sus opiniones de la misma manera en que no aceptará que insistan en que él acepte las de ellos”. Él… sólo tiene una pregunta para aquellos con quienes desea unirse en amor: “¿Eres tan sincero conmigo, como yo lo soy contigo?” (Juan Wesley, “Sobre el Espíritu Caótico”).

Todas las religiones principales del mundo tienen lo que los cristianos llamamos “La regla dorada”. Todos cumplimos con nuestros compromisos tratando a otros de la manera en que deseamos ser tratados. Hoy día, esa “ética de reciprocidad” está ausente en muchas de nuestras interacciones seculares. Sin embargo, la comunidad de fe le puede mostrar al mundo una forma diferente. Tomas Spath y Cassandra Dahnke, fundadores del Instituto para la civilidad en el Gobierno sostienen que la “civilidad es reclamar y cuidar de nuestra propia identidad, necesidades y creencias sin denigrar las de otras personas en el proceso”. Esta civilidad ética es la misma cosa que tratamos de ejemplificar en el ministerio ecuménico. Y es lo que la comunidad de fe está siendo llamada a hacer, más que nunca, en este mundo de hoy.

Nosotros PODEMOS escuchar, entender y respetar aquellos con quienes estamos en desacuerdo como una manera de demostrar lo que decimos que creemos. Qué esa sea nuestra meta en cada interacción durante esta época de Cuaresma.

Rev. Dr. Jean Hawxhurst es oficial directiva del personal ecuménico Concilio de Obispos Metodistas.

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