Luchando contra la epidemia de la obesidad entre nuestros niños

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Rosalía con sus hijos José (8 años) y Juan (12 años) cerca de sus mercado local donde compran vegetales y frutas frescos cada semana por el programa VeggieRx en Washington, D.C. Joseph Molieri/Bread for the World.

De Derek Schwabe

Hoy día la cara del hambre en Estados Unidos no se ve fácilmente, pero tiene impactos graves y duraderos que no son obvios. La obesidad es más común en las comunidades de bajos recursos y de minorías, pero no es una señal de una buena nutrición. Al contrario, la obesidad frecuentemente señala una falta de nutrientes suficientes en la familia. La obesidad es una epidemia.

De hecho, las familias con más posibilidades de padecer obesidad son las que sufren de inseguridad alimentaria. Rosalía es una madre que ya lo sabe bien. Ella es una inmigrante de El Salvador que vive en Washington D.C. con sus hijos, Juan, que tiene 12 años, y José, de 8 años. Cuando Rosalía llevó a los niños al médico para un chequeo de rutina, a la médica asociada, Sylvia Taggert, se dio cuenta inmediatamente de que sus índices de masa corporal habían subido a niveles muy peligrosos.

¿Cómo es que le pasó esto a una familia que enfrenta inseguridad alimentaria? Taggert dice que es bien fácil en una sociedad donde se consigue una comida entera en Seven Eleven o McDonalds por $1.99. Estas comidas son muy convenientes y baratas para las familias que les faltan tiempo y dinero. La comida rápida es fácil y rentable en un sentido inmediato.

El problema es que la comida barata y accesible es comida que tiene muchas calorías y poca nutrición. ¿Los resultados? Una epidemia de obesidad entre las familias de bajos recursos, y una bomba de tiempo de costos de asistencia médica que siguen subiendo. Todo eso también hace daño a la economía—niños que no reciben buena nutrición tienen más dificultades para aprender en la escuela, y luego buscar trabajo y contribuir a la economía.

Juan y José fueron transferidos a un programa innovador en el Centro Unity Health, una clínica en su comunidad en Washington D.C. El programa ofrece clases semanales sobre la nutrición y ejercicio para toda la familia—y también un cupón para comprar frutas y vegetales frescos y locales en el mercado.

Parece que estos programas tienen beneficios obvios. ¿Pero funcionan? “Durante 20 semanas, hemos visto un descenso de 30-40 por ciento en la tasa de obesidad en 40 por ciento de los participantes” dice Gus Schumaker, el vicepresidente de Wholesome Wave, la organización que inició el programa. Juan ve sus propias mejoras también: “Anteriormente yo pesaba más de 100 libras, pero ya no.”

Otros programas similares en Washington D.C. ayudan a familias como la de Rosalía a obtener comida saludable. Uno que ha tenido mucho éxito da $10 para frutas y vegetales frescos cada semana a las familias que reciben Asistencia Alimentaria (anteriormente conocido como el Programa de Estampillas para Comida). El programa crea más demanda de productos agrícolas en comunidades consideradas desiertos alimentarios.

El programa de salud en el Centro Unity Health ofrece comida saludable, nutrición, ejercicio, y mucha diversión cada semana para Rosalía, sus niños, y decenas de otras familias. Pero muchos estados en Estados Unidos no tienen programas como éste, y el problema de la obesidad no se resuelve. Es tiempo de reconocer la importancia de responder a esa epidemia del hambre y la obesidad, e invertir en el futuro de nuestros niños.

Derek Schwabe es investigador asociado en el Instituto de Pan para el Mundo.

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