Por donde van los pies, sigue el corazón

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Participants of the El Camino, a 150-mile walk to draw attention to immigration crisis in the United States, attend a rally at the Detention Center in downtown Los Angeles, Calif. Buddy Bleckley for Bread for the World

Del Obispo José García

“Instituyó Doce, para que estuvieran con él…” (Marcos 3:14)

Lo interesante de este versículo es que Jesús llamó a los discípulos a estar con él. Como podemos ver en esta narrativa del Nuevo Testamento, el “estar” con Jesús significaba caminar juntos por toda la región. Según algunas estimaciones, el grupo caminó unas 10,000 millas a lo largo de los tres años del ministerio de Jesús. Durante ese tiempo, Jesús habló con sus discípulos, los escuchó, comió con ellos, fomentó hermandad con ellos, y hasta compartió humor.

El mes pasado, participé en un evento encabezado por Noel Castellanos y la Asociación Cristiana de Desarrollo Comunitario (CCDA, por sus siglas en inglés), llamado El Camino del Inmigrante. Caminando con otros 150 participantes durante 11 días, me di cuenta de lo especial que es caminar con otras personas, aunque sea por solo unas cuantas millas.

Hay un lazo que se forma cuando uno viaja con otras personas a pie, uno más profundo que cuando se viaja por avión, camión, coche, o tren. Yo no conocía a la mayoría de los caminantes, pero al terminar la caminata de 150 millas, éramos uno.

Como director de relaciones eclesiales de Pan para el Mundo, el vínculo entre el hambre y la inmigración fue mi motivo fuerte y claro para participar en la caminata. Escuchando las historias de mis acompañantes, veía cómo mi propia historia se conectaba con los suyas. David, cuyos padres cruzaron más de una frontera cargándolo en sus espaldas a la edad de 9 meses, mostró el sacrificio que hacen los padres para huir de situaciones precarias. Esto me recordó de los sacrificios hechos por tantos padres escapando el hambre y la pobreza en busca de una vida mejor que les ofrece a sus hijos más oportunidades.

También iba Irene, de 78 años de edad, quien huyó de niña con su madre de la devastación de la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Tristemente, hoy en día, en países como Siria, Sudán, y la República Centroafricana, entre otros, muchas madres aún experimentan los efectos devastadores de la guerra y la crueldad del hambre que las lleva a poner en riesgo sus vidas para procurar seguridad y alimento.

Fui conmovido por Dennis, uno de nuestros caminantes de la tercera edad quien, guiado por la misericordia de Dios, está haciendo el esfuerzo de patrocinar a una familia musulmana refugiada de Siria, y dándoles la bienvenida al extranjero, como acto de gracia y amor hacia su prójimo.

También caminé con Nate y Germán, cuyo ministerio los llama a rescatar a niños quienes viven en las calles de Guatemala. Germán compartió conmigo el hecho de que muchos jóvenes eligen arriesgarlo todo para escapar del hambre, la pobreza, la violencia, y la adicción, aun sabiendo de los riesgos y los peligros al cruzar la frontera.

También escuché a Carmen, quien logró llegar a Estados Unidos, pero pronto fue víctima del abuso y la deshonestidad de los empleadores quienes les roban a los trabajadores domésticos en no pagarles tiempo extra, pagarles muy poco, y forzarles a trabajar de más. Esto representa 26.2 millones de dólares robados de estos trabajadores cada semana, y solo en Los Ángeles. A pesar de ser hombres y mujeres trabajadores, padecen hambre y pobreza por causa de estos abusos.

También aprendí de cómo muchos inmigrantes indocumentados caen víctima a los traficantes de personas. Las historias son demasiadas para contar aquí, pero las puedes leer en el blog de El Camino del Inmigrante (disponible sólo en inglés).

Caminando con estos hombres y estas mujeres, jóvenes y ancianos, y escuchando sus historias, me alentó aún más a amplificar nuestros esfuerzos de propugnación por la reforma migratoria en Pan para el Mundo.

Oro para que fomentemos la voluntad colectiva de nuestros líderes de gobierno, del sector privado, de la sociedad civil, y de las instituciones académicas, para abordar las causas del hambre y la pobreza en nuestro país y en el todo el mundo.

No podemos y no debemos echarles la culpa a los que padecen hambre y pobreza, ya que existen ineficaces sistemas institucionales que les ponen obstáculos en sus caminos. Dios recuerda a su pueblo que debe recordar sus raíces como extranjeros, y así asimilar la lucha. “No oprimas al forastero; ya sabéis lo que es ser forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Éxodo 23:9).

El obispo José García es el director de relaciones eclesiales de Pan para el Mundo.

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