Ama el mundo a nuestro alrededor

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Por Nancy Neal

Durante esta temporada de Adviento en mi iglesia, hemos estado compartiendo historias de mensajeros de la fe: mensajeros de esperanza, paz, gozo y amor. Han sido historias de personas que dan testimonio de vida en medio de la muerte y la tragedia. Personas que hacen buenas obras en situaciones desesperadas. Son historias de jóvenes, de personas valientes, y personas profundamente apasionadas.

La historia del evangelio para esta cuarta y última semana de Adviento comparte el encuentro de dos de estas mujeres: María y Elizabet. Cuando Elizabet, la madre de Juan el Bautista, escucha el saludo de María, el niño en su vientre saltó y se llenó inmediatamente con el Espíritu Santo. Entonces ella proclamó una bendición sobre María, la madre de su Señor, porque creyó que se cumpliría “lo que le fue dicho de parte del Señor.” (Lucas 1: 39-45).

María luego comparte un mensaje de amor a través del cántico que conocemos como, el Magníficat. El cántico comienza con grandes alabanzas hacia Dios, que la ha elevado de su estado humilde y vergonzoso. Una joven, soltera, embarazada, de una posición baja en la sociedad, a convertirse en la madre del propio hijo de Dios. Ella continúa proclamando que Dios no solo había hecho grandes cosas por ella, sino que había levantado a los humildes, saciado a los hambrientos y ayudado al pueblo de Dios, Israel, que estaba siendo oprimido por el imperio romano.

Pero no solo Dios levanta a los humildes, sino que también dispersa a los soberbios, derriba a los poderosos de sus tronos y despide a los ricos con las manos vacías. Es un completo revés al orden del mundo establecido. Además, María no solo proclama que Dios haría esta obra a través de su Hijo, sino que declara que ya había sido hecho.

En su blog, titulado “La Navidad es una revolución” (Christmas is a Revolution), Robert Williamson Jr. escribe: “Sin embargo, la encarnación de Dios en Jesucristo revela que toda esta estratificación social se basa en una falsedad. Dios no está sobre nosotros y más allá de nosotros, gobernando sobre nosotros desde lejos. Dios está allí en el vientre de María, tan unido entre la humanidad como uno puede estar. Ser creados a imagen de Dios ya no puede significar separarnos de los demás para gobernarlos. Solo puede significar encarnarse con otros, elevar a otros, restaurar nuestra humanidad común”.

Este es un mensaje de amor para esta temporada de Adviento. Dios encarnado, caminando entre nosotros, creando un plano de igualdad, desvía nuestra atención de la preocupación por nuestra posición social—humilde u orgulloso, rico o desprovisto—hacia el amor de Dios. Así, al mirar el mundo a través de los ojos de Dios, no podemos, sino, amar al mundo que nos rodea.

La Reverenda Nancy Neal es la directora interina del Departamento de Relaciones Eclesiales en Pan para el Mundo.

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